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Diego Linares recurre a las Ménades, sacerdotisas frenéticas adoradoras del dios Baco, para organizar una fiesta en el Centro Cultural de México. El 12 de agosto se realizará una exhibición en homenaje a la madre tierra, a la mujer, a la fertilidad.

Diego Linares recurre a las Ménades, sacerdotisas frenéticas adoradoras del dios Baco, para organizar una fiesta en el Centro Cultural de México.

El 12 de agosto se realizará una exhibición en homenaje a la madre tierra, a la mujer, a la fertilidad.

Los cuadros que integran la muestra evocan provocativos juegos eróticos y sensuales. Las enredaderas naturales contornean el vientre de la mujer latina, de rasgos prominentes, mirada profunda y actitudes sugestivas.

Los dibujos elaborados con plumilla son de trazos bien definidos y minuciosamente trabajados en puntos y otros con pequeñas líneas.

Esas imágenes comparten el espacio con dos pinturas al óleo, alusivas a la naturaleza de Tucumán -la ciudad natal del pintor argentino-, y al paisaje costarricense. Y es que para el artista, los valles, montañas, bananos, palmeras y el clima tropical de ese pueblo argentino son tan parecidos a los de Costa Rica, que es difícil notar las diferencias entre los cuadros que pintó en su patria y los que elabora en su casa, en la Finca Jerónima. en Heredia.

Aunque vive en su taller, inmerso en papeles, tintas, cuadros, sonidos de tango y una atmósfera singular, no se desliga del calor y el ambiente carnavalesco de su pueblo.

Tampoco se puede olvidar de los caimanes, monos o las serpientes, animales a los que adora y que aparecen en sus pinturas de manera recurrente.

Cada pieza es auténtica, porque tanto la concepción, como el diseño y el enmarcado los realiza él mismo.

Diego (su nombre evoca el del pintor español Diego Velázquez) estudió en Argentina y en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, pero no se aferra a los modelos académicos. “Para ser pintor no es necesario saber dibujar, ni tener escuela, ni academia, lo principal es tener una imagen propia, armar algo que es tuyo".

Ese principio prevalece desde sus propuestas iniciales que llamó "Arte loco", porque las trabajaba con todos los materiales: desde químicos, aerosoles, acrílicos hasta aerógrafos. Esos cuadros son realistas con una marcada influencia europea.

Ahora lo único que le interesa es "tener imagen propia" y aunque muchos ligan su arte con el de Botero, Linares comenta que cuando lo conoció no se identificó con su trabajo, aunque rescata sus dibujos y el manejo de las naturalezas muertas.

Lo único que lo marcó fue una revista de mujeres gordas que encontró por casualidad. Lo fascinó de tal forma que contrató a Lucy, una puertorriqueña que después huyó de Argentina. "Además de gorda era muy simpática y usaba unos tacones altos, muy finos... tenía una gracia y una belleza. Yo la adoré".

Ese placer por las mujeres de color viene desde la infancia, gracias a la influencia de sus padres. "Cuando nací mi madre fue asistida por una partera negra, gorda, medio mulata, medio india". Y su padre, el pintor Ezequiel Linares, le despertó el interés por la esencia femenina, por el ambiente selvático y la frescura de Tucumán.

Desde pequeño mostró sus habilidades para el dibujo, lo cual le deparó becas para estudiar artes, pero no quería seguir los pasos de su padre “Cuando estaba en la panza de mi vieja mi padre dijo: ese va a ser varón, se va a llamar Diego y será pintor. Nací varón, me llamo Diego y soy pintor. Pero yo no quería eso, sólo quería tomar cerveza con los amigos e ir al metegol".

Su padre lo obligó a ir a Bellas Artes, de donde lo echaron; después se fueron para Europa por causa de la dictadura militar en 1976.

En ese viaje conoció a su maestro, el pintor Julio Paz, un grabador argentino que vive en Milán y que logró cautivar al novel artista con el sarcasmo de sus obras. Esa ruptura con lo lineal, con la historia que conocía por la pintura de su padre - quien se inclinó a las temáticas virreinales- fue decisivo.

Diego se interesa por la creación inconsciente, independiente de la academia y la historia. “No tiene que ver nada con la materia. Si tenés técnica, maravilloso, pero el gran poeta español José Hernández era pastor de cabras, jamás había estudiado, no sabía ni leer ni escribir casi y es uno de los grandes poetas de la lengua española".

Místico

La pintura la concibe desde la sangre, no como algo comercial y por eso le cuesta venderla. “En una muestra en Buenos Aires, en un lugar muy coqueto, lo que más me fascinó fue ver a 25 saloneros todos vestidos de rojo, con botones dorados, Miraban mis cuadros, se reían y hacían alusiones a la mujer de uno y la de otro. Esto es lo que a mí me gusta, esa gente que mira sin preconceptos estúpidos".

Algo parecido le sucede cuando se cruza con alguien que siente sus cuadros, pero que no tiene el dinero para comprarlos. “Recuerdo a una chica que me dijo, te puedo pagar poco por esc cuadro. Yo miré la manera en que ella lo miraba y le dije: es tuyo".

A sus 33 años tiene varias muestras internacionales y mucha experiencia, pero él no es una firma porque el arte es más que eso. "Vos te levantás, respiras pintura, la mirás y decís: caray cómo me hace sufrir este cuadro. Porque no lo concibo como algo que empieza en un punto y termina en otro".

Para Linares el proceso no existe, sólo existen las ganas de hacer algo y, por eso, no puede sujetarse a horarios de trabajo.

"El arte es lo que hace el artesano sentado con su pincel. ¿Has pensado lo que le pagan mensualmente por cada uno de sus trabajos? Ese es más artista que el que está colgado en el Museo de Nueva York. Los artesanos trabajan más que quienes se creen genios, se sientan en un café con un traje de $3000 y viajan en autos caros, esos son los pintores de hoy. Los artistas se metieron a empresarios".

Y entonces, ¿cómo aislar el arte de la tendencia actual a la globalización? A mí me parece bárbaro que exista la computación, la animación, pero si perdemos al artesano acabamos con las raíces del hombre y si acabamos con las raíces ¿qué queda de la pintura? Se pierde todo.

Kattia Muñoz

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